La muerte de la privacidad

nos vigilan

La anécdota seguro que les resulta familiar. Es conectarnos a Internet y no dejar de pasar publicidad ante nuestros ojos. Mi muro de Facebook está repleto de palas. Son de un sinfín de colores y precios. Las demás diferencias, las que las hacen buenas o malas, las desconozco. Mi mayor interés por ellas es saber qué hacen ahí. Ya tengo la que necesito: se la pedí a una amiga por Whatsapp. La conversación se prolongó porque ella, que juega al pádel tan poco como yo, tuvo que recurrir a su novio. Fue él quien estuvo a punto de traerme una raqueta, que es, en realidad, lo que yo había pedido, y dejarme sin jugar. Ahora llamo a las cosas por su nombre pero finalizado el partido seguiré como hasta ahora: el único rastro digital que me une con las palas es esa conversación, que suponía privada.

Pero, ya se sabe, al suponer, sin evidencias, distorsionamos la realidad. Aceptamos las condiciones sin leer la parrafada.

No es la primera vez que cuento esta historia. Es hablar de datos/ privacidad/ espionaje y sale a relucir. La conclusión tiende a ser la misma. Pedir una pala es como hablar del tiempo, después de mucho divagar, uno le da la importancia justa y deja de preguntarse quién es ese hermano mayor que parece escucharlo todo. Olvidamos así que la cámara la llevamos siempre encima: a los comentarios en redes y búsquedas en Internet, que dibujan nuestro perfil, hay que sumarle esa infiltración en nuestra privacidad que se logra al activar remotamente el objetivo o el micrófono del móvil. Los smartphones son esa pantalla de George Orwell que sirve para ver pero también observa. Los algoritmos ya saben más de nosotros que nosotros mismos.

El País publicó esta semana una entrevista al prestigioso divulgador científico Ranga Yogeshwar, que alerta en su libro Próxima estación: Futuro del mal uso de los datos. Una interesante reflexión sobre la forma en la que las innovaciones tecnológicas cambian nuestra percepción del mundo y la manera en la que nos relacionamos y que pone el foco en la velocidad a la que se implantan. Recalca, en la entrevista, que es esa celeridad la que va dejando atrás la multitud de dilemas éticos que se generan y pone sobre la mesa una idea esencial: “Necesitamos una cultura en la que el progreso sea el resultado de un proceso de reflexión de la sociedad no el resultado exclusivo de la ingeniería y los inversores”. El texto va mucho más allá: habla también de fake news y de nanorobots. Y, a pesar de la aprobación del Reglamento General de Protección de Datos, de la Unión Europea, todavía no tenemos claro a dónde nos lleva esta masiva recopilación y difusión. Lo demás, entonces, son palabras mayúsculas.

Las ventajas son evidentes. Además de palas que no pretendo comprar, me llega publicidad mucho más ajustada a mis gustos: ganan las empresas, pero también yo. La pregunta, entonces, es clara. ¿Cuál es el precio? No todos los datos deberían estar a disposición de quien los quiera. Probablemente cambiará la forma en que entendamos la privacidad, pero espero que si mañana vuelvo a jugar al pádel sea porque me apetece y no para que conste en una ficha. Ya hay aseguradoras que piden los datos para calcular las pólizas. Ranga Yogeshwar, aunque se declara optimista, advierte que la principal desventaja podría ser la que deriva de una observación constante: acabar sometidos a la dictadura del comportamiento. Ya no solo en público, también en privado. También en Whatsap.

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3 comentarios sobre “La muerte de la privacidad

  1. Titular muy acertado…da la sensación de que la gente no percibe que perder la intimidad es perder una parte esencialísima del ser humano…es bastante peor(aunque no nos percatemos) que que te toquen la cartera…cuestión que sí alarma a todo el mundo.
    cuándo seamos conscientes ya puede ser tarde.

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  2. Ou sexa, cada vez que intervimos neste estimulante blog, algún algoritmo toma boa nota disto e almacénao para aproveitalo en beneficio dalgún beneficio (por suposto, económico)? Por exemplo, informaranos das túas vindeiras publicacións? Ou de que frecuentas tal ou cal terraza bar?
    Moverá unha app os fíos da nosa relación?

    Quere dicir isto, en parte, que xa tampouco temos que coidar as relacións e os afectos porque un nanorobot o fai por nós? Poño por caso: moitas veces esquézome de felicitar un cumple. Négome a depositar o recordatorio nunha app. Se non estou atenta dabondo, non terá sentido que desexe un bo día e un ano mellor a alguén de quen non me lembro de xeito natural e cotián. Tampouco quero que outra app me lembre os gustos das miñas amigas e me propoña agasallos que seguro han ser acerto pleno. Polo de agora quero eu vivir a miña vida errónea e incompleta. Aínda que iso supoña que envíe as felicitacións ás 23:50!

    De todos os xeitos, e por se o Gran Ollo toma en consideración os meus actos cibernéticos: «MARINA, EU NON PRACTICO O SKY ACUÁTICO»

    (A ver que pasa, je je)

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  3. Efectivamente, si accedes a las nuevas tecnologías, no te queda más remedio que asumir que tus preferencias, tus planes etc. estarán a la vista de todos. Y si compras o simplemente realizas por internet la búsqueda de un artículo, ya sabes que a partir de la entrada te empezarán a llover ofertas sobre lo que has visto. Habrá mucha normativa sobre la protección de datos, pero lo cierto es que ante internet estamos indefensos.

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